El ecosistema de startups en Latinoamérica es un terreno emocionante, pero también está lleno de desafíos que muchas veces pasan desapercibidos. Esta semana, entre validar startups, reunir a emprendedores en espacios de comunidad y enfrentar los imprevistos que siempre aparecen, me quedó claro algo: las brechas de conocimiento aún son una barrera enorme para los emprendedores de la región, pero también representan una oportunidad única de crecimiento.
Cuando pienso en cómo podemos cerrar estas brechas, siempre vuelvo a tres conceptos fundamentales: comunidad, foco y acción. Esta semana fue una montaña rusa de aprendizajes, y quiero compartir contigo algunas reflexiones prácticas que nacieron de eventos, encuentros y momentos que marcaron mi semana.
El poder de la comunidad: Charlas, tequeños y aprendizajes compartidos
El jueves organizamos una nueva edición de Charlas y Chelas, nuestro espacio para reunir a emprendedores y generar un ambiente donde puedan aprender, compartir y conectar sin pelos en la lengua. Esta vez, tuvimos nuestra mejor convocatoria hasta ahora.
La expositora invitada, Javiera Sánchez, ofreció una masterclass sobre viral loops y embudos de venta, conceptos esenciales para cualquier startup que quiera crecer de manera sostenible. Su conocimiento práctico dejó a los asistentes con herramientas concretas para aplicar en sus negocios. Sin embargo, lo que realmente destacó esa noche no fue solo la calidad del contenido, sino las conversaciones que surgieron entre los emprendedores asistentes.
Vi cómo founders con experiencia compartían con los más nuevos sus aprendizajes sobre temas que parecían básicos—como cómo validar un MVP o estructurar un modelo de negocio—pero que para algunos aún eran desconocidos. Uno de ellos comentó: «Llevo años emprendiendo y nunca había pensado en cómo mi modelo de negocio afecta mi escalabilidad.» Este tipo de conversaciones son oro puro.
En espacios como estos, los emprendedores no solo encuentran contenido valioso, sino también algo mucho más poderoso: la oportunidad de aprender de los dolores de otros. Y eso es algo que, a menudo, los cursos tradicionales o el aprendizaje autodidacta no pueden ofrecer.
Ah, y si te lo preguntas, sí, tuvimos un pequeño imprevisto: ¡la comida se acabó antes de tiempo! Pero los tequeños salvaron el día. Este tipo de detalles, aunque pequeños, me recuerdan que incluso en los mejores eventos (y startups), siempre habrá imprevistos. Lo importante no es evitarlos, sino cómo reaccionamos ante ellos.
Las brechas de conocimiento en el ecosistema emprendedor
Otro momento importante de la semana fue cuando un family office me pidió validar una startup en la que consideraban invertir. Lo que encontré fue revelador: un equipo motivado, con energía y ambición, pero completamente perdido en lo fundamental.
No tenían claridad sobre su mercado, no entendían cómo construir un Producto Mínimo Viable (MVP) y su modelo de negocio era un rompecabezas sin piezas claras. Es difícil decirlo, pero honestamente no sabían lo que estaban haciendo.
Esto me llevó a reflexionar sobre un problema que veo constantemente en Latinoamérica: la falta de educación práctica para emprendedores. Las universidades, los programas tradicionales y muchos recursos disponibles aún no responden a las necesidades reales de los founders. Esto no solo frena el desarrollo de startups prometedoras, sino que también desalienta a inversores y aliados que ven potencial en estas empresas, pero no confianza en sus equipos.
En El Ecosistema Startup, hemos diseñado cursos prácticos precisamente para atacar esta brecha. Nuestra filosofía es clara: enseñar desde el dolor y la experiencia real. Por ejemplo, cuando hablamos de MVPs, no lo hacemos desde un enfoque teórico, sino mostrando cómo construir uno rápidamente, probarlo con clientes y usar el feedback para iterar. Porque, al final, la teoría sola no basta. La clave es aprender haciendo.
La acción supera a la teoría: Una lección inesperada
Esta semana también fue el primer día de un nuevo practicante que se sumó al equipo de El Ecosistema Startup. Durante meses intentamos encontrar a alguien senior en marketing, pero al no lograrlo, optamos por una solución híbrida: combinar la mentoría externa con un practicante interno.
Lo que no sabíamos era que su primer día sería también el del Charlas y Chelas, lo que significó que no tendría tiempo para una curva de aprendizaje suave. Tuvo que lanzarse al ruedo de inmediato. Lo presioné un poco (quizá más de lo normal), porque quería ver si tenía la capacidad de actuar en un entorno dinámico y demandante.
¿Fue perfecto? No. Pero sí demostró algo fundamental: la capacidad de actuar es más importante que la perfección.
Esto mismo lo veo constantemente en las startups. Muchas veces, los fundadores se paralizan buscando el momento ideal o intentando construir algo perfecto antes de lanzarlo al mercado. Pero la verdad es que las startups que sobreviven no son las que tienen las mejores ideas, sino las que ejecutan, prueban y ajustan. En un mundo tan dinámico, la acción siempre vence a la teoría.
El éxito temprano y la trampa de perder el foco
También tuve la oportunidad de reunirme con dos startups de mi portafolio, ambas en un momento de crecimiento muy positivo. Sin embargo, noté algo que me preocupa: la falta de foco.
Cuando las cosas van bien, es fácil caer en la tentación de diversificarse o explorar demasiadas oportunidades a la vez. Sin embargo, esto puede ser una trampa peligrosa. Sin foco, los equipos se desgastan, los recursos se diluyen y el producto pierde claridad para los clientes.
Mi consejo para ellos fue sencillo, pero directo: «Antes de expandir, asegúrense de haber dominado lo que hacen mejor.» Crecer no significa hacer más cosas, sino hacer mejor lo que ya estás haciendo.
Reflexión final: Aprender y construir juntos
Cerrando esta semana, me llevo una lección importante: las brechas de conocimiento no son un obstáculo insalvable, son una oportunidad para construir algo mejor.
Cuando reunimos a emprendedores en comunidades y espacios colaborativos, y les damos herramientas prácticas para actuar, estamos creando un ecosistema más fuerte y preparado. Y cuando estos founders se rodean de personas que ya han enfrentado los mismos dolores, las soluciones aparecen de manera natural.
La clave está en combinar tres elementos fundamentales:
- La comunidad como un espacio para aprender de otros.
- El foco como guía para no distraerse con lo innecesario.
- La acción como motor para avanzar, incluso cuando no se tiene el plan perfecto.
Al final del día, el emprendimiento no es un camino que se recorre solo. Las mejores ideas, soluciones y aprendizajes surgen cuando conectamos y crecemos juntos.